“Cocus nucifera L” es el nombre botánico del fruto que comúnmente llamamos coco. Es particularmente distinto a las frutas en general, mientras que las frutas comunes son consideradas fuente de vitaminas y minerales, el coco se caracteriza por aportar principalmente aceites saturados.
Aun cuando las recomendaciones nutricionales actuales indican disminuir el consumo de grasa saturada, hay diferencias en cuanto al coco. Si bien es cierto que su tipo de grasa es saturada en buena parte es de cadena corta. Esta cualidad química, le confiere la particularidad de ser un tipo de grasa que no demanda mucho trabajo digestivo, de manera que su asimilación y utilización son más rápidas.
En la medida que se consuma moderadamente tanto su grasa como sus calorías (384 calorías en cada 100 gramos de coco fresco), pueden ser bien aprovechadas por nuestro cuerpo.
El coco fresco es rico en fibra, aporta proteína, y azúcares. En cuanto a sus minerales destaca el calcio, magnesio, selenio y potasio, mientras que el ácido fólico es la que destaca entre las vitaminas.
El coco contiene líquido al interior (agua de coco), muy adecuado como bebida para hidratar, es bajo en calorías y su composición es distinta a la pulpa de coco. No contiene grasa y todos los nutrientes de la pulpa en general se encuentran muy disminuidos en el agua de coco.
En cuanto al coco seco o rallado, los nutrientes se encuentran concentrados, por ejemplo el aporte de energía se incrementa de 384 a 633 calorías en 100 gramos y su grasa vegetal alcanza los 62 gramos.
Las personas con niveles elevados de colesterol y triglicéridos deben evitar su consumo así como las personas con sobrepeso. Por el contrario para el adulto mayor, cuya ingesta de alimentos suele estar disminuida, el coco rallado es un buen alimento para complementar las comidas y postres.
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