La uveítis es la inflamación de la capa media del ojo, que afecta a la úvea (iris, cuerpo ciliar y coroides) situada entre la esclera por fuera y la retina por dentro. Por extensión, se incluyen los procesos inflamatorios que afectan a la córnea, esclera, vítreo , nervio óptico y retina.
Son enfermedades poco frecuentes, pero con un gran impacto socio-económico. Afectan sobre todo a personas en edad laboral, entre los 22 a 44 años y las consecuencias de pérdida de agudeza visual son importantes. El gasto que origina la uveítis es similar a la de la retinopatía diabética (gasto anual de 240 millones de $ ;datos extrapolados de estudios epidemiológicos de uveítis y de estudio socioeconómicos de ceguera en EEUU).
La incidencia de esta patología es de 52 casos nuevos /100.000 personas año y prevalencia es de 115 casos /100.000 personas (registro de Norte de California, 2004). En niños la incidencia es de 4 casos/100.000 personas año.
Conducen a una ceguera económica (agudeza visual < 50%) a un 70% de los pacientes, durante su evolución. La ceguera económica es la que afecta a la capacidad de conducción y laboral. La pérdida visual es permanente en un 25 % de los pacientes con uveítis y llegan a cumplir criterios de ceguera legal (agudeza visual < 5%) de un 5 a un 20% de ellos.
Las uveítis pueden clasificarse según su etiología en cinco grandes grupos: idiopáticas, enfermedades de etiología autoinmune, infecciones, síndromes primariamente oculares, y síndromes de enmascaramiento, que abarcan multitud de procesos entre los que destacan los tumores.
En este sentido, la uveítis se considera idiopática en casi la mitad de los casos, lo que significa que no se presenta en el contexto de ninguna otra enfermedad y que su causa es desconocida. Sin embargo, en la otra mitad de los casos, su causa se puede diagnosticar y, en aproximadamente una tercera parte de los pacientes, la uveítis se produce por una enfermedad reumática, entre las que se encuentran: artritis idiopática juvenil, espondilitis anquilosante, artritis psoriásica, artritis asociada a enteropatías, artritis reactiva, enfermedad de Behçet, algunas vasculitis sistémicas y sarcoidosis, entre otras.
Asimismo, según la localización anatómica afectada, las uveítis se clasifican en: uveítis anteriores, intermedias, posteriores y panuveítis (si afectan a todas las estructuras).
En general, los principales síntomas son: visión borrosa, alta sensibilidad a la luz o rojez y dolor en los ojos. En concreto, la uveítis anterior suele cursar con dolor, enrojecimiento ocular y fotofobia de aparición más o menos brusca; pocas veces existe disminución de la agudeza visual y, si aparece, suele ser leve. Sin embargo, en la uveítis posterior existe disminución de la agudeza visual, visión de “moscas volantes” y ocasionalmente fotofobia; por el contrario, no suele existir dolor ni enrojecimiento ocular.
Las uveítis son enfermedades heterogéneas de difícil diagnóstico y hay poca evidencia en cuanto al tratamiento. Sin embargo, se asemejan mucho a las artritis en su etiología y patogenia, así como en su tratamiento. En muchas ocasiones, se asocian a enfermedades reumáticas o autoinmunes sistémicas . Es por esto que un reumatólogo es fundamental al lado del oftalmólogo para ayudar en su diagnóstico y tratamiento.
El pronóstico de las uveítis ha mejorado sustancialmente en los últimos años debido al desarrollo de biotecnología, nuevas terapias (tratamientos biológicos), conocimiento de la patogenia y nuevas técnicas diagnósticas (pcr para detección de agentes infecciosos, genética molecular, técnicas de imagen…) .
La optimización del uso de estos nuevos medios diagnósticos y terapéuticos ha llevado a la creación de cada vez más unidades multidisciplinares de uveítis en los Hospitales terciarios, sirviendo de referencia en esta patología. Esto ha permitido mejorar la monitorización de la enfermedad, respuesta a los tratamientos y de los posibles efectos adversos. Los Reumatólogos son los especialistas más familiarizados tanto con los inmunosupresores clásicos como con las nuevas terapias como los anti-TNF, Tocilizumab, Rituximab y Abatacept, con un uso cada vez más aceptado en este campo.
Fuente: Sociedad Asturiana de Reumatología.
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